Cuando los otros somos nosotros
De lo que le pasó a Lucila y a sus hijos surgió una convicción sobre los derechos de todos.
Cuando las tragedias nos pasan por encima, no al lado, el peso de las historias no deja pensar en otra cosa que ese dolor, que es una fuente interminable. Lucila tuvo que huir y dejarlo todo porque la amenaza venía con nombre y apellido. Y hasta el obispo que era amigo, y que investigó sobre lo que pasaba, le dijo que se fuera. No es que ella hubiese hecho nada distinto de su trabajo sobre la cultura en una radio, y que eso le llevara de aquí para allá por la geografía de Colombia. Estaba acostumbrada a pasar retenes de la Policía y del Ejército. Y también otras veces de los paramilitares. Y cuando llegaba a los lugares más distantes, los de la guerrilla. He conocido gente que tenía que adaptar los mensajes al tipo de retén, que tenía que saber el tipo de botas que tenían para adecuar las palabras a lo que no despertaba sospecha. O que elegía quién tenía que hablar: quien podía mantener la calma no siempre era el líder más arrecho.
En la respuesta comunitaria a las catástrofes, el 15% de la gente que tiene una visión más realista de lo que está pasando tiene que activar al 70% que se queda en shock ("esto no puede estar pasando") y no pelea con el otro 15% que se bloquea o sale corriendo. La cosa es cómo te repartes el porcentaje cuando sois dos o eres uno. Para ella, ese no fue un problema, más allá del normal miedo. La vida en Panamá ha sido dura, pero le ha dado siempre la vuelta a las cosas. El exilio. Las pérdidas. El llanto en esa acera extraña cuando ya estás sola.
Una cosa es contarlo y otra es vivirlo. Podemos estar de acuerdo con eso, aunque no sepamos bien qué significa. Ella tiene su manera de expresarlo: cuando los otros somos nosotros.
Hay poesía en esa sabiduría. De lo que le pasó a ella y sus hijos, surgió una convicción de la pelea por los derechos de todos. La Asociación logró darse la pelea legal y llegar al Congreso de Panamá. La posibilidad de tener residencia sin renunciar al refugio. El permiso de trabajo junto al asilo. Que el albergue migratorio no sea una cárcel. Esas cosas que son tan legítimas que por ello mismo deberían ser ya legales.
También hay una mirada que te ayuda a ver las diferencias en los matices, que lo son todo:
Hay instituciones y proyectos que hacen cosas para nosotros, pero sin nosotros. Nosotros no queremos ser parte del resultado, queremos estar en el proceso.
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