El carro refugiado de Copacabana
“Después de haber sido señalado como militante, sin serlo, ahora me gustaría ser militante para actuar contra tanta indiferencia”.
El viaje desde la frontera a Rio de Janeiro, Brasil, duró un mes. Antes, ese mismo carro había cruzado varias fronteras más, pero se dañó, se acabó la plata, y no sabían portugués. Sin licencia, el vehículo no se podía mover, porque la policía se lo podía quitar. Así que decidieron mantenerlo porque era lo único que tenían. Un objeto-casa-mundo. Pero había que pagar medio dólar al día para tenerlo parado. El carro era el lugar donde ir a mostrar algunos trabajos o a echar una cabezadita. Tres años, un carro refugiado pagando aparcamiento en la playa considerada el paraíso.
“Al salir de Colombia, yo nunca había estado envuelto en cosas de conflicto, ni me interesaba por eso, pero ahora si me doy cuenta que a un gran número de colombianos nos da igual el conflicto armado, la idiosincrasia colombiana es como de no ver, no hablar y no oír. Tú puedes percibir que las cosas están mal, pero no miras, haces caso omiso de las cosas y por eso no nos unimos… Acá en Brasil la gente habla de más, en Colombia tenemos esa doble moral, somos conscientes, pero nos hacemos los locos con los conflictos reales”.
Los hijos e hijas son, para tanta gente que entrevistamos, la fuente de sentido.
“Colombia no es un lugar donde quiero que mis hijos estén. Es complicado porque añoras muchas cosas, pero no extrañas nada. Aquí no tengo ninguna garantía, pero me siento segura. En Colombia no sabría cómo recuperar esa confianza. Me encanta Colombia, pero por la confianza que perdimos en los habitantes, en la comunidad, no creo que pudiera volver”.
Cuando Lorena, que toma ese testimonio se despide, por si un día hay retorno él tiene una certeza: “Después de haber sido señalado como militante, sin serlo, ahora me gustaría ser militante para actuar contra tanta indiferencia”.
Sobre el blog...
Este blog recoge experiencias del exilio colombiano, y de todos sus nombres, refugio, asilo, víctimas en el exterior, desplazamiento transfronterizo. Todo ello habla del trabajo de la Comisión de la Verdad, en esa Colombia fuera de Colombia. Ese otro país, inexistente en este otro dentro de las fronteras.
Las víctimas que tuvieron que huir. Los defensores de derechos humanos perseguidos. Los secuestrados que se fueron después de ser liberados. Los militantes políticos que huyeron detrás de las balas. Las mujeres campesinas que salieron con sus familias. Los líderes cuya vida corría peligro. Las amenazas para la vida que unen tantas diferencias de periodos históricos, responsables y afectados, incluyendo familias y comunidades.
De todas esas víctimas, sobrevivientes, historias y escuchas de las que somos testigos, habla este blog. Y ojalá dialogue con quienes lo lean.
Carlos Martín Beristain
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