Plan A
Cuando no hay cumplimiento, la única alternativa es seguir insistiendo, hasta quebrar al horror y sus secuaces.
Adolfo habla del fracaso de varios procesos de paz en Colombia y de la vuelta a la guerra. En los primeros años de la década del noventa, varios grupos guerrilleros se desmovilizaron.
“En todo proceso hay un plan A y un plan B. El plan A, es cuando todo va bien, y hay cumplimiento por el Estado. El plan B, es para cuando el Estado no cumpla. Y en ese caso, hay que volver a la guerra”.
En 1999, en el proceso de paz con las Farc en el Caguán, el plan A era el avance de la negociación, pero el plan B era armarse para seguir la guerra. Esos dos planes guiaron al Estado y los paramilitares, así como a las Farc. En 2014, en el proceso de paz con las Farc, Alfonso Cano, su máximo líder en aquel entonces, murió tras un bombardeo. La guerrilla siguió con el plan A. No había otro que la paz. Cuando el Estado empezó a no cumplir o empezaron las muertes de militantes y líderes, las Farc se mantienen en el proceso, aunque otros empezaron con el plan B.
En la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista (CRS) en 1993, Enrique, el líder militar que llevaba la negociación, fue asesinado cuando llegaba al lugar en el que se reuniría con el mediador. Quienes se sintieron engañados, volvieron al monte o se perdieron. Colombia tiene amplia experiencia en que quienes quieren boicotear los procesos de paz, patean la mesa para acabar con la negociación, dan rienda suelta a sus objetivos, y vuelven a las andadas.
Adolfo estuvo metido en la guerra hasta los dientes. Era un guerrillero profesional, a punto de quedarse solo en la vida. Muchos de sus compañeros fueron detenidos, desaparecidos, torturados y asesinados. Cada muerto era un motivo más para seguir. Cuando habla, cada palabra y cada recuerdo le duele. Su reflexión es profunda y no se queda en el análisis político de quien encuentra razones en la falta de voluntad del otro. Sabe de los incumplimientos y que la falta de voluntad ha sido parte de la historia de Colombia. Pero me asombra su profunda convicción: “No hay otra alternativa que tener solo el plan A”.
Desde el exilio a veces hay visiones rígidas de la historia, pero otras veces hay una lucidez a prueba de bombas. Cuando no hay cumplimiento, la única alternativa es seguir insistiendo, hasta quebrar al horror y sus secuaces.
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